por: Sebastián Paredes.
Mi nombre es Mishell Madera, tengo 20 años y
hace casi un año partí hacia Haití para hacer voluntariado.
Mi experiencia en Haití comenzó a
partir del servicio desinteresado; desde no tener acceso a los servicios más
básicos como agua potable y luz, todo ha sido compensado por el servicio al
prójimo y las sonrisas de las personas a las que puedo ayudar.
Tengo una familia muy unida, la
cual siempre ha querido poder devolver al prójimo lo que Dios nos ha dado tan
bondadosamente, y es por esa razón por la que decidí convertirme en misionera
por un año. Creo en Dios, no sé si encasillarme en una religión pues considero
que Dios es mucho más que eso, sin embargo pertenezco a una comunidad cristiana
internacional la cual promueve la ayuda al prójimo por sobre todas las cosas;
es por eso que decidí acceder hacer voluntariado en Haití, uno de los países en
los cuales mi comunidad religiosa ayuda a la gente.
Al
partir de Ecuador sabía, de una buena vez, que iba a un lugar totalmente
distinto a la realidad que he vivido día a día desde que tengo memoria, es
decir, sin necesidades extremas, como falta de comida, y sería algo muy poco
honesto de mi parte el decir que al llegar, la realidad haitiana, me impacto
fuertemente; pero, todo fue recompensado desde el primer día en el que pude
tener contacto con su gente. Desde ese día hasta hoy, no ha habido un solo
instante en el que yo me haya arrepentido de haber viajado acá. Los amigos y
las obras que he realizado en Haití, como talleres y construcción de viviendas,
son el firme testimonio de que el amor al prójimo sobre todas las cosas y la
empatía, son las verdaderas herramientas para cambiar el mundo, poco a poco.
Dato: La organización IYF ayuda a personas en todo el mundo, así que espero poder viajar a otros países que necesiten de mi ayuda y de mi corazón.
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