por: Sebastián Paredes.
Mishell Madera/Estudiante de Ingeniería en
Marketing
Haití visto a través del testimonio de una
misionera ecuatoriana que pasó un año entero en el país caribeño.
La
situación haitiana se puede resumir en palabras como pobreza, enfermedades,
falta de servicio públicos y otras carencias debido a su situación en el
continente americano, así que el reto de pasar un año en el país isleño para
ayudar desinteresadamente fue una idea atractiva para Mishell Madera que, a sus
20 años, decidió convertirse en misionera.
Haber vivido y convivido en
Haití fue algo que, lejos de causar algún resentimiento o desprecio, dejó en
Mishell una experiencia fructífera y satisfactoria a pesar de haber ido sin
dinero y sin saber el idioma del país.
Pregunta:
¿Por qué
decidió ser misionera?
Respuesta:
A lo largo de mi vida, yo había tenido muchas
comodidades materiales. Desde que tenía 4 años, que puedo recordar, mis padres
nunca supieron decirme un no a nada. Todo lo que les pedía, ellos me lo dieron:
dinero, tecnología, juguetes…Entonces, yo no tenía sentido de valorización para
las personas ni tampoco para mis padres: no me importaba la vida de nadie. Un
día me di cuenta que, aunque yo no fuera una mala persona ni le hacía daño a
nadie, era egoísta, por eso decidí ser misionera. Quería dar un año de mi vida
para los demás, para poder cambiar la vida de otra persona y sobretodo, mi vida
y aprender a pensar en los demás.
Pregunta:
¿Cuál fue su
motivación para ser misionera?
Respuesta:
Hace cuatro años conocí una organización
internacional a través de una misionera coreana en Ecuador. Me acuerdo que
llegó una chica coreana, y yo dije: “Una chinita”, y le saludé. Ella me dijo:
“No soy china, soy coreana.” Y me explicó que ella vino a dar su vida por los
ecuatorianos. Eso me llamó la atención, porque pensé: “¿Cómo puede dar su vida
por los ecuatorianos?” A través de ella conocí la organización y después me
involucré. Esa fue mi motivación: ella.
Pregunta:
¿Su familia
apoyó la decisión de ser misionera?
Respuesta:
No me apoyó porque, para mis padres, la idea de que
yo fuera a Haití como misionera durante un año era totalmente descabellada.
Haití es uno de los países más pobres del mundo y el más pobre en el continente
americano. No hay luz eléctrica, no hay agua potable, no hay salubridad, no hay
sistema de alcantarillado. Debido a estos factores, hay mucha contaminación
ambiental y enfermedades que se transmiten a través de parásitos y moscas, como
la chikungunya y la tifoidea. Por eso mis padres, sabiendo estos peligros, no
querían que vaya. Después, cuando ya vieron que no iba a cambiar de idea,
cedieron.
Repregunta:
¿Cómo se
sintió al saber que no iba a ver a su familia y amigos por más de un año?
Respuesta:
Fue muy extraño porque toda mi vida yo he sido muy
apegada a mi familia y a mis amigos. La verdad no sabía si estaba preparada
mentalmente para afrontar una situación así, pero quería aprender madurez a
través de esa situación. A parte, el programa consistía en que yo vaya a Haití
sin dinero y sin saber el idioma. Eso me asustaba.
Frase: “El primer límite que tiene uno es el idioma. Cuando no te puedes
comunicar con alguien es desesperante.”
Pregunta:
Al llegar a
Haití, ¿dónde se hospedó?
Respuesta:
Me hospedé en la sede de IYF que es una casa en la
que viví junto a 55 haitianos y otros voluntarios.
Repregunta:
Mencionó a
los voluntarios, así que, ¿con quienes se hospedó?
Respuesta:
Me hospedé con delegaciones de diferentes países.
Habían seis jóvenes de Corea del Sur, un joven de Tailandia, un joven de China,
dos jóvenes de México, y una ecuatoriana que viajo después de mi y que
actualmente sigue en Haití.
Frase:
“La experiencia que me marcó fue el proceso de
adaptación los primeros tres meses.”
Pregunta:
¿Cuál fue su
mejor o su peor experiencia estando en Haití?
Respuesta:
La peor experiencia fue no haber podido comer más
que arroz, fréjol y harina. Al no haber agua, tenía mucha sed. La mejor
experiencia fue el corazón de los haitianos y la humildad que aprendí de ellos.
Hoja de vida del entrevistado:
Renata Mishell Madera Yépez nació en Quito el 7 de agosto de 1994. Al terminar el colegio consigue una beca en la Universidad de las Américas para estudiar ingeniería en marketing. Después de dos años de estudio, decide interrumpir momentáneamente sus estudios para convertirse en misionera y viajar a Haití. Actualmente ha retomado sus estudios y aspira a graduarse dentro de 3 años.
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