Sociedad
La necesidad de trabajar se llevó mi apellido
Mi
nombre originalmente es Beatriz Margarita Agualongo Nuñez. Lastimosamente en
esta sociedad, en especial en Ecuador por los años 80 – 90 pesaba mucho el
apellido de la persona para cualquier actividad.
Me
presentaba a cualquier solicitud de trabajo, todo estaba aparentemente aceptado. Cumplía con todas las expectativas del trabajador, sin embargo veían mi
apellido y ahí llegaba todo. Me decían se le llamará y no había razón de
llamadas
Viendo
esa situación me moleste mucho. Hable primero con mi mamá ya que ella fue padre
y madre para mí porque soy hija de madre soltera, Ella me educó, gracias a ella
soy lo que soy por ella. Le pedí permiso y autorización para que de alguna
forma cambiarme el apellido.
Un familiar decidió adoptarme por medio
de escritura pública y me dio el apellido. Hice todas las formalidades legales,
cambie títulos partidas, todos los documentos. Tenía 19 años y entonces cambió
mi segundo apellido por el primero y ahora quedo como Beatriz Margarita Núñez
Agualongo.
Cambió
repentinamente, dejaba mis carpetas y ahora ya había opciones. Me llamaban, ya conseguí
trabajo. Fue un cambio rotundo a que por un simple apellido no importaba la
persona, la calidad de la persona. Menos mal han pasado casi ya treinta años de
eso y se nota un cierto cambio, no tanto como se esperaba. Ahora ya hay
aceptación a escuchar un Guamán un Agualongo, un Pilataxi.
Mi
primer trabajo fue en El Comercio en las agencias de recepción de anuncios.
Entonces empezó ahí mi vida laboral.
Una constante lucha por una vida mejor
Con
las puertas abiertas en un pasaje muy estrecho se encontraba una casa, con los
ladridos de un pequeño schnauzer que ansía tener visitas movía la cola y corría
alrededor del garaje. Había una mujer acostada en el cuarto principal de
aquella casa, con problemas para poder movilizar los músculos de su cuerpo una
mujer muy pequeña con su cabello plateado y varios miembros de su cuerpo muy
flácidos por la falta de movimiento. Tejía un pequeño suéter con un hilo de
color verde para uno de sus sobrinos.
Blanca
Herminia Agualongo, nació en Ambato. Desde muy pequeña salió a trabajar, a los
12 años porque sus padres no tenían una economía estable. Con un trabajo de
empleada doméstica en la ciudad natal, con un sueldo de 25 sucres mensuales, en
el hogar no mejoraba la situación. Se escapaba a casas de otros familiares.
Llegó a Quito por convicción de sus hermanos.
Trabajó
hasta que sintió unos malestares en su cuerpo y en el seguro social, no recibía
la atención que ameritaba su situación.
La
nobleza es una de las cualidades que recalcan a Herminia, su hermana María nos
asegura que ha sido la mejor de las
hermanas que ha tenido. Al ser contemporáneas salían a caminar, o bailar.
Herminia
ha educado muy bien a su hija dándole un ambiente que ella no ha tenido en su
hogar. Los problemas de salud empezaron por un pie plano, no salía a caminar,
se cansaba. Engordó y todo ese peso afecto a sus piernas.
Con
un diagnóstico de osteoporosis ella se operó su hermana asegura que no mejoró
porque no tuvo una rehabilitación adecuada. No logra ahora ni sentarse.
El
amor maternal llevó a pensar que ella quizá no necesitaría de un hombre, porque
no quería dar un padrastro a su hija debido a que muchas de las veces, los
padrastros resultan violar a las pequeñas niñas.
Tuvo
un embarazo difícil, los futuros abuelos no se enteraron de aquella noticia
hasta los siete meses. Su padre, no toleraba la idea de que la mujer tenga una hija
sin haberse casado.
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