jueves, 11 de febrero de 2016

Redacción: Mauricio Campaña 

Sociedad


La necesidad de trabajar se llevó mi apellido


Mi nombre originalmente es Beatriz Margarita Agualongo Nuñez. Lastimosamente en esta sociedad, en especial en Ecuador por los años 80 – 90 pesaba mucho el apellido de la persona para cualquier actividad.
Me presentaba a cualquier solicitud de trabajo, todo estaba aparentemente aceptado. Cumplía con todas las expectativas del trabajador, sin embargo veían mi apellido y ahí llegaba todo. Me decían se le llamará y no había razón de llamadas
Viendo esa situación me moleste mucho. Hable primero con mi mamá ya que ella fue padre y madre para mí porque soy hija de madre soltera, Ella me educó, gracias a ella soy lo que soy por ella. Le pedí permiso y autorización para que de alguna forma cambiarme el apellido.
Un familiar decidió adoptarme por medio de escritura pública y me dio el apellido. Hice todas las formalidades legales, cambie títulos partidas, todos los documentos. Tenía 19 años y entonces cambió mi segundo apellido por el primero y ahora quedo como Beatriz Margarita Núñez Agualongo.
Cambió repentinamente, dejaba mis carpetas y ahora ya había opciones. Me llamaban, ya conseguí trabajo. Fue un cambio rotundo a que por un simple apellido no importaba la persona, la calidad de la persona. Menos mal han pasado casi ya treinta años de eso y se nota un cierto cambio, no tanto como se esperaba. Ahora ya hay aceptación a escuchar un Guamán un Agualongo, un Pilataxi.

Mi primer trabajo fue en El Comercio en las agencias de recepción de anuncios. Entonces empezó ahí mi vida laboral.




Una constante lucha por una vida mejor


Con las puertas abiertas en un pasaje muy estrecho se encontraba una casa, con los ladridos de un pequeño schnauzer que ansía tener visitas movía la cola y corría alrededor del garaje. Había una mujer acostada en el cuarto principal de aquella casa, con problemas para poder movilizar los músculos de su cuerpo una mujer muy pequeña con su cabello plateado y varios miembros de su cuerpo muy flácidos por la falta de movimiento. Tejía un pequeño suéter con un hilo de color verde para uno de sus sobrinos.
Blanca Herminia Agualongo, nació en Ambato. Desde muy pequeña salió a trabajar, a los 12 años porque sus padres no tenían una economía estable. Con un trabajo de empleada doméstica en la ciudad natal, con un sueldo de 25 sucres mensuales, en el hogar no mejoraba la situación. Se escapaba a casas de otros familiares. Llegó a Quito por convicción de sus hermanos.
Trabajó hasta que sintió unos malestares en su cuerpo y en el seguro social, no recibía la atención que ameritaba su situación.
La nobleza es una de las cualidades que recalcan a Herminia, su hermana María nos asegura que ha sido la mejor de  las hermanas que ha tenido. Al ser contemporáneas salían a caminar, o bailar.
Herminia ha educado muy bien a su hija dándole un ambiente que ella no ha tenido en su hogar. Los problemas de salud empezaron por un pie plano, no salía a caminar, se cansaba. Engordó y todo ese peso afecto a sus piernas.
Con un diagnóstico de osteoporosis ella se operó su hermana asegura que no mejoró porque no tuvo una rehabilitación adecuada. No logra ahora ni sentarse. 
El amor maternal llevó a pensar que ella quizá no necesitaría de un hombre, porque no quería dar un padrastro a su hija debido a que muchas de las veces, los padrastros resultan violar a las pequeñas niñas.

Tuvo un embarazo difícil, los futuros abuelos no se enteraron de aquella noticia hasta los siete meses. Su padre, no toleraba la idea de que la mujer tenga una hija sin haberse casado. 

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