Mariela Pozo: Una vida con los gatos
El momento más importante de la vida de Mariela fue cuando tomo una postura animalista.
Un aspecto importante en mi
vida fue cuando comencé en el mundo animalista y fui consciente de esta
problemática en Perú. Un día mi cuñada me dijo que le acompañara a un parque
porque ella le daba de comer a unos gatos que estaban abandonados ahí. Este
parque se llama “El Parque Universitario”, la acompañe y me di cuenta de esa
realidad tan cruel que viven los gatos abandonados en ese parque.
Las personas que las han
tenido en su casa durante años toman la falta decisión de dejarlos ahí, es muy
triste ver la situación en la que viven los gatos. Fui testigo como esas
personas iban y en cajitas dejaban gatitos pequeños a veces hasta recién
nacidos.
Durante tres semanas solo
me dedique a ir y darles de comer, pero es muy cruel como viven ellos,
normalmente las personas que los abandonan piensan que ellos viven bien.
Aproximadamente viven unos
ciento cincuenta gatos ahí y controlar esta situación ha sido muy difícil.
Cuando yo ingrese a “Misicha”
tratamos de cambiar la realidad de los gatos. Hablamos con la municipalidad que
se encargaba con el cuidado de ese parque, ellos decían que no podían hacer
nada porque los vigilantes se distraían y la gente abandonaba a los gatos. Como
era una zona peligrosa habían drogadictos y en ocasiones encontrábamos gatitos
quemados, yo no sé lo que les pasaba por la cabeza a estos tipos que los
quemaban, algunos gatos fueron violados, era una situación insoportable. La
única forma en la que podía ayudar era tratando de dar en adopción a los
gatitos más pequeños que son los que más rápido se adaptan a una nueva familia,
era esa la parte buena de toda la historia. El tiempo que yo estuve ahí pude
cambiar muchas vidas de estos gatitos porque les pudimos conseguir un buen
hogar y se iban en adopción. Esto cambio mi perspectiva de vida porque a veces
nosotros nos concentramos en problemas que nos parecen grandes pero hay
situaciones más difíciles que las de nosotros.
Redacción: Rommel Obando
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Jazmín Moncayo
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Jazmín Moncayo
La ausencia de mi padre
Alejandro Cisneros un
joven de 17 años que nos cuenta como ha sido su corta vida a partir del
abandono de su padre.
Con lágrimas en mis ojos,
con voz temblorosa y recreándome los recuerdos en la mente empiezo a contar mi historia.
Un hecho que ha marcado mi vida hasta ahora es el abandono de mi padre cuando
yo apenas tenía 1 año. Siempre me he preguntado de cuál era la relación de mis
padres antes de su partida a lo que mi madre responde que era la normal, de un
esposo con una esposa que se amaban, pero si fue así ¿qué fue lo que ocurrió
entonces? Mi padre se ausentaba cada vez más de casa al punto de llegar solo
fines de semana. Mi madre al ver estos cambios bruscos y repentinos se cansó y
la única salida que encontraron fue la separación.
Al cabo de un tiempo mi padre buscó la manera
de regresar, mi madre, con dudas de su arrepentimiento, le pidió que pensara
bien las cosas antes de volver a casa. De un momento a otro el arrepentimiento
de mi padre se desvaneció y nunca más
volvió.
Poco a poco nos fuimos
alejando de él, anteriormente cuando éramos niños nos visitaba más seguido
tanto a mi hermana mayor de 25 años, como a mi hermana melliza. Pero a pesar de
los paseos repentinos con mi padre nunca ganamos la confianza necesaria, así
como las familias normales. Nuestra relación ahora con él se resume en llamadas
y quizá este bien para no perderle el respeto, pues como mi mamá siempre
acostumbra a decir: “quieran y respeten a su padre porque al fin y al cabo es
su padre”.
Han existido ocasiones que
nos hemos faltado el respeto en una de ellas él intentó agredirme y pues esto
para mí fue algo muy doloroso, me porte mal y nos gritamos un par de cosas.
Como consecuencia de esto no nos dirigimos la palabra por varios meses. Sin embargo
esto no influyó en mis estudios ni en el de mis hermanas, pero tampoco ha
mejorado la relación entre mis padres, es más me atrevería a decir que ha
empeorado. *******************************************************************************************
Por Gabriela Vizcaíno
¡Un hijo no es un obstáculo!
Aida,
una mujer que trabaja para brindar las mejores oportunidades a su hija a pesar de las dificultades.
Yo
me llamo Aida Cuichan, tengo veinticuatro años, soy de la provincia de Cotopaxi
cantón Sigchos. Nací el veintiuno de julio de mil novecientos noventa y uno.
Desde los quince años salí a la ciudad de Quito hasta la actualidad, resido
aquí.
Decidí
salir del campo buscando oportunidades de trabajo con un salario digno. Fue un
cambio drástico con distintas costumbre. Lo más hermoso que me ha pasado a mi
es ser madre. Yo me enamoré a mis veintiuno años de edad y tiempo después quedé
embarazada. Al inicio lo primero que se me vino a la mente fue como voy a tener
un hijo sin haber tenido una profesión,
y como lo voy a mantener. Al pasar los días fui pensando con más calma.
Seguí
trabajando mucho a pesar de mi embarazo, siempre conté con el apoyo de mi
familia, el padre de mi hija y las personas con quienes trabajo. Yo siempre
pensé que un hijo era un obstáculo, pero tuve que pasar por esta experiencia
para darme cuenta que no es un obstáculo, al contrario es un motivo más para
dar lo mejor de mí, para salir adelante. Día a día trabajo mucho para darle las
mejores oportunidades a mi hija de las cuales yo no tuve.
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